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La molécula que revoluciona la sexualidad. Realidades y falacias

$235.00

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ISBN: 968-7620-97-8, 1a. Edición, 2007
144 páginas, 15.5 x 22.5 cm, Enc. rústica
75 figuras, 4 cuadros

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Descripción

Presentación

Para mí, esta historia inicia a mediados de 1996, cuando un conocido directivo de una agencia de relaciones públicas me invitó a responder un cuestionario sobre un medicamento nuevo que aún no salía al mercado. Se trataba de un producto que había pasado satisfactoriamente las pruebas experimentales y clínicas habituales, pero todavía no estaba a disposición del público.

Las preguntas del cuestionario se enfocaban a conocer precisamente mis puntos de vista como líder de opinión en sexología clínica y psicoterapia sexual. Confieso que respondí con cierto escepticismo, pero animado por mi curiosidad ante ese reto intelectual. Recuerdo que, palabras más, palabras menos, la primera pregunta decía: “¿Cuál es su punto de vista sobre un fármaco oral (tomado) que diera solución a la mayoría de los casos de trastornos de la erección?”. Luego de contestar con honestidad agregué un comentario sobre mi experiencia en el tratamiento de lo que por entonces los sexólogos llamábamos incompetencia o insuficiencia eréctil (según el grado de la afección), y los médicos de cualquier otra especialidad, junto con el público general, denominaban bárbaramente impotencia (en ese entonces no se utilizaba el término disfunción eréctil, a pesar de que desde hacía mucho tiempo los terapeutas sexuales llamábamos disfunciones sexuales a las alteraciones negativas de la respuesta sexual).

Aquel comentario que realicé era una reflexión, primero, en torno al considerable buen éxito que teníamos los sexólogos cuando atendíamos consultantes (pacientes) que tenían las causas psicológicas como origen predominante de su trastorno eréctil, relacionadas con la ansiedad: angustia de desempeño, temor por “fracasos” anteriores y auto observación (estar tan al pendiente de la respuesta eréctil que un hombre se convierte en espectador y deja de ser actor de su propio desempeño sexual, lo cual lo lleva a “quedar mal cuando quiere quedar bien”). En segundo término, mi apreciación se refería a las grandes limitaciones terapéuticas que reconocíamos cuando la posible causa era principalmente de origen físico, es decir, orgánico, determinado por factores de daño a la fisiología (función) o a la anatomía (estructura) del cuerpo o alguna parte de él.

En esas notas complementarias al cuestionario me permití relativizar la afirmación de la legendaria terapeuta sexual Helen S. Kaplan, cuando afirmó: la etiología (causa) de la impotencia (sic) es psicológica en 85% de los casos. Mi reserva hacia la aseveración de la gran sexóloga estadounidense se sustentaba en una simple observación clínica y en mi experiencia sexológica: ¿por qué en los pacientes con dificultad de erección sin antecedentes relevantes de enfermedad orgánica, que son presa de una gran ansiedad de desempeño, es tan exitosa la psicoterapia sexual con métodos y técnicas no medicamentosos? ¿Por qué, en cambio, en los pacientes con insuficiencia o incompetencia eréctil, ansiosos o no, con antecedentes personales de enfermedades crónicas, los beneficios de la psicoterapia sexual para los trastornos de la erección son tan limitados? La respuesta hoy sería obvia, pero en ese entonces no. Por otro lado, la sola posibilidad de la existencia de un medicamento que resolviera la mayor parte de las dificultades o imposibilidades de la erección al margen su causa representaba una “vuelta de tuerca” conceptual, un cambio paradigmático, para decirlo elegantemente.

Otra cosa: si todavía en la actualidad la tasa de asistencia a los servicios de salud de los pacientes con disfunción eréctil es baja (quizá inferior a 20%), a finales de la década de 1990 era, sin duda, muchísimo menor. Por tanto, estaban siendo relativamente escasos los casos “psicológicos” que resolvíamos entonces. No era que Kaplan necesariamente estuviese equivocada, pues en la más orgánica de las incompetencias de erección está presente un importante componente de ansiedad, sino, más bien, el cuestionamiento interesante tenía que ver con el modo de abordar esa afección de la salud sexual: si realmente el fármaco de marras devolvía las erecciones perdidas a la gran mayoría de los hombres que presentaban lo que ahora conocemos como disfunción eréctil, esa sustancia maravillosa sería la solución de todo o casi todo el problema. En otras palabras: si los sexólogos ya cosechábamos éxitos profesionales con la psicoterapia sexual en beneficio de nuestros pacientes con factores emocionales que les impedían o dificultaban la erección y ahora tendríamos un medicamento oral que nos prometía excelentes resultados también para “las otras causas” (más físicas que emocionales), el cuadro estaría completo.

Contenido

Prefacio

Introducción

  1. La nueva revolución sexual
  2. De ciencia, mitos, leyendas y falacias
  3. Inventario de falacias y realidades sobre Viagra®
  4. Sildenafil: la mítica realidad
  5. Organicidad y emocionalidad en la disfunción eréctil
  6. Ciencia ética vs. “producto milagro”
  7. La importancia de la firmeza emocional en hombres y mujeres
  8. Sildenafil, terapia sexual y erotismo integral
  9. Vislumbrando el futuro

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