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Presentación
En México la enfermedad traumática, sea en accidentes o por violencia social, es un problema de salud pública, dado que se encuentra entre las primeras causas de mortalidad general y es causa de incapacidad funcional severa y secuelas invalidantes permanentes. El traumatismo no tiene pródromos, se presenta con patrones de alta y mediana energía y genera como consecuencia una enfermedad de dificultad diagnóstica, manejo integral complejo y atención interdisciplinaria de alto costo tanto económico como de estrés en el equipo humano perioperatorio.
La mortalidad debida al traumatismo tiene una distribución trimodal. La primera modalidad se observa en los primeros minutos posteriores al evento traumático, correspondiendo a 50% de los casos, generalmente debido a afectaciones vasculares, daño a órganos vitales y traumatismo craneoencefálico severo. El segundo periodo corresponde a las primeras horas del incidente, representando 30% de los casos, a consecuencia de hematomas epidurales o subdurales, hemoneumotórax o complicaciones asociadas a la hemorragia; es aquí donde hay variaciones de acuerdo a la atención especializada en lo que se conoce como “periodo de oro” o de “platino”, según sea el caso. La tercera modalidad se presenta en los siguientes días o semanas, con la atención especializada establecida y evolutiva; representa 20%, y puede corresponder a complicaciones debidas a la repercusión orgánica desencadenada por la respuesta fisiopatológica secundaria al traumatismo, la sepsis y la falla orgánica múltiple.
La atención especializada debe iniciarse en el sitio del traumatismo o desastre bajo la guía de protocolos de atención, con el fin de evitar más daño en forma involuntaria o iatrogénica.
Ahora bien, surge una pregunta: ¿Es necesario en nuestra preparación académica y de adquisición de habilidades y destrezas conocer y dominar lo relacionado con la atención integral del paciente afectado por traumatismo?
La respuesta la tiene usted, porque como persona involucrada en el equipo de atención de medicina perioperatoria, y bajo el principio de “no hacer más daño”, aparece la conveniencia de preparación para participar en la salvaguarda de la vida del paciente, y aun más allá, la imperiosa necesidad de aprender para compartir y enseñar a quienes participan en las actividades de cuidados de una enfermedad de la que somos potenciales usuarios.
Es, importante que la sencilla actividad del uso del lenguaje escrito para compartir conocimientos adquiridos, ejercitados y en espera de adquisición haga posible esta aproximación a quienes nos llevan por los pasos que se han trazado en el maravilloso mundo de la medicina y, no menos apasionados en el interés de toda persona dedicada a su vocación, colaboran en el proceso de enseñanza–aprendizaje.
Se ha conjuntado la participación de connotados especialistas expertos en la medicina perioperatoria del trauma para que nos trasladen a algunas situaciones de atención urgente y emergente que requieren personal médico apto para controlar situaciones que generan más peligro añadido al daño provocado por el traumatismo. Tenga la seguridad de que el abordaje que hace cada autor o autora de su tema es con conocimiento real de los eventos en los que participan en el quehacer diario. De este modo, conocer los aspectos relevantes del neurotrauma, así como de circunstancias de alto riesgo, como el taponamiento cardiaco, el hemotórax o el hemoneumotórax, nos alertan a estar siempre preparados para resolver problemas reales en nuestra área de trabajo.
Encontraremos situaciones de control de la tríada mortal, una de las entidades clínicas de mayor riesgo en trauma, por sus componentes de hipotermia, desequilibrio ácido–base y coagulopatía que, per se, nos llevan a descifrar los retos y el manejo por metas y objetivos para llevar al paciente a una evolución satisfactoria.
Además, se abordan algunas situaciones que, si no son comunes, al menos son estresantes en torno al control de la vía aérea del paciente con trauma, con quemaduras y en circunstancias en las que no se puede ventilar, no se puede intubar, pero tampoco se puede diferir el tratamiento anestésico quirúrgico.
Contenido
Prólogo
Jaime Vázquez Torres
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